BIOGRAFÍA DE RAÚL FLORENCIO LUGO HERNÁNDEZ.
Empezaré éste relato, exponiendo el
conocimiento que tengo sobre algunas vivencias de un ser extraordinario, que me
parece suficientemente interesante por su trayectoria como persona en el
devenir cotidiano de su mundana existencia.
Descendiente de familia de campesinos sin
tierra, nació en el ejido el Apache, municipio de Galeana, Chihuahua, el día 30
de enero de 1943; hijo del matrimonio formado por Ramón Lugo Hernández y
Celestina Hernández Carrasco. Desde pequeño empezó a darse cuenta de que la
situación económica de su familia y de muchas otras familias era adversa,
difícil y con muy pocas posibilidades de cambios positivos favorables a la
comunidad. Con el paso del tiempo, advertiría las causas del estatus social
prevaleciente en la región, por lo que, ya de joven, se unió a un grupo de
solicitantes de tierra, pensando que tal decisión, podría ser la solución a la
precaria situación económica por la que atravesaba su familia.
Se sabe que su madre, llamada Celestina, se
había separado de Ramón, su esposo, llevando en su vientre a un niño que
ocuparía el 4º lugar de los hijos habidos hasta entonces en aquel, su
matrimonio y que eran: Manuela, Rodolfo, Socorro y después del nacimiento del
nuevo vástago llegaría al mundo la última, quien sería bautizada con el nombre
de María Elena.
De familia humilde, predestinado tal vez a una
vida distinta, de aciertos y fracasos, de triunfos y derrotas, aun antes de
nacer ya estaba padeciendo los embates de la adversidad; porque fue un parto
difícil, complicado, atendido nada más por la madre de su madre: su abuela, quien
con un valor estoico, atendió el parto sin ser partera y sin el auxilio de
alguien que pudiera orientarla en tan difícil situación. Nació y de inmediato
hizo presencia el “pensamiento mágico” única opción para Lorenza, la abuela, en
tan difícil trance, para quien fue preciso invocar a la fuerza divina. Tiempo
después, la madre comentaba que en los momentos críticos del alumbramiento,
miraba, en el umbral de la puerta, a extraños personajes que nunca pudo
identificar.
A escasos meses de edad, el niño hizo su
primera amistad, curiosa y dubitativamente, con un cuervo; pájaro carnívoro de
color negro azabache. A falta de juguetes, el niño jugaba con el cuervo. (Rodolfo
encontró al cuervo, cuando era un polluelo, lo llevó a casa y se lo regaló a su
hermana Socorro). En una ocasión, el pájaro miraba insistentemente el rostro
del infante; de pronto ¡un picotazo al ojo! Susto y llanto del pequeño; Lorenza
se acercó rápidamente al lugar, su rostro reflejaba preocupación porque
imaginaba una desgracia, pero por fortuna fue un suceso sin importancia. Sin
embargo, en aquel momento, Lorenza decidió deshacerse de aquella ave; llamó a
Rodolfo para ordenarle llevar al pájaro negro y dejarlo en algún lugar
distante. El muchacho obedeció y el ave desapareció de la vida del infante.
Debido a la situación económica y a su
condición de avecindados en la comunidad, la familia emigró, primero a un lugar
llamado la Peña, donde permanecieron durante algún tiempo, luego se fueron a
vivir al ejido San Joaquín.
El niño crecía en aquel ambiente campirano y
empezaba a dar muestras de precocidad; bueno, es lo que Lorenza comentaba a sus
amistades que por cierto no eran muchas, puesto que se avecindaron en una
comunidad pequeña. “Hace unos días –decía Lorenza- me encontraba en el patio de
la casa, (cuartos de adobe de dimensiones reducidas) partiendo leña para luego
entrar a cocinar los alimentos del día. El niño jugaba cerca, de pronto vino hacia
mí y me dijo: abuelita, va a nevar. Estuve a punto de reír porque me pareció
una gran ocurrencia, pues en aquel momento el cielo estaba despejado. Algunas
horas después, el cielo se nubló, después empezó a nevar y el mal tiempo
permaneció durante casi quince días”.
Según la
abuela, el niño seguía experimentando percepciones extrasensoriales; le hacían
preguntas esperando que adivinara las respuestas y a decir de Lorenza, la
mayoría de las veces contestaba de manera correcta. Sin que se diera cuenta, ramificaciones
yóguicas manifestaban su presencia en la sensibilidad del infante.
Con el paso del tiempo, ya en edad escolar, el
niño percibía sensaciones negativas cuyas causas se habían originado en el
pensamiento mágico ejercido por su madre y su abuela, al momento de nacer. Los
efectos de dichas sensaciones generaron traumas que limitaron considerablemente el
desarrollo emocional positivo del pequeño. Sin embargo, en las aulas el niño
daba muestras de una inteligencia innata, siendo su aprendizaje mucho mejor y
muy por encima del nivel escolar de los demás alumnos.
Tiempo después, los miembros de la familia emigraron
nuevamente, obligados por la situación económica que no era muy favorable para
la gente de escasos recursos. Se fueron a una población llamada Nuevo Casas
Grandes, donde el nivel de vida no era muy aceptable, pero al menos (creían)
había más posibilidades de sobrevivir.
A pesar de todo, la madre hacia grandes
esfuerzos para proporcionarle al pequeño, por lo menos, la preparación básica.
La actitud recta y enérgica de la madre, le
propició un temple que fue determinante en su paso de la adolescencia a la
juventud, para forjar su carácter y definir el rumbo que seguiría en su vida.
La corrupción, la intolerancia y la ineptitud
de los gobernantes, la injusticia y la desigualdad social, pero sobre todo, la
difícil situación económica por la que atravesaba el país en aquella época,
fueron motivos más que suficientes para que se decidiera a tomar el camino de
las luchas sociales. Participó en movimientos campesinos, en luchas obreras y
en grupos armados que participaron en acciones guerrilleras, como fue el Grupo
Popular Guerrillero, comandado por Arturo Gámiz García, que operó en la Sierra
Madre occidental, en el estado de Chihuahua. Participó en el asalto al cuartel
militar de Ciudad Madera, el 23 de septiembre de 1965. Años después en un
comando armado, que operaba en el Distrito Federal, perteneciente a la Asociación
Cívica Nacional Revolucionaria, la cual era dirigida por el profesor Genaro Vázquez
Rojas. A unos cuantos días de haberse integrado al mencionado grupo, fue
llamado por los integrantes del mismo, para llevar a cabo una acción expropiatoria,
la cual no se realizó pues fracasaron en el intento. Fueron detenidos y después
de los interrogatorios, torturas físicas y psicológicas y de los actos
“legales” realizados por quienes impartían la “justicia”, fueron remitidos al
tristemente célebre Palacio Negro de Lecumberri.
Al cumplir su condena de cinco años seis meses
en la penitenciaría de Santa Martha Acatitla, salió del presidio y se trasladó
a la ciudad de Agua Prieta, Sonora, donde radica actualmente. (Traía consigo a
su hija mayor, de nombre Alicia, quien el día de hoy, 23 de junio, estaría
cumpliendo 53 años de edad). Tiempo después de haber llegado a la ciudad, se
relacionó sentimentalmente, se casó y en dicha unión procreó a las niñas:
Blanca Esthela, Blanca Edith, Iveth y Janneth. De una relación extramarital
nació Carlos Raúl. Sus actividades
realizadas en esta localidad y su participación en eventos político-culturales
realizados en varios estados de la republica, están plasmados en el trabajo que
él tituló: “El Reencuentro”.
Janneth Lugo Robles.
23/06/2022
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