FLORENCIO LUGO.

                               FLORENCIO LUGO

Madre intranquilidad, bebí
En tus senos electrizada leche.
Pablo Neruda.
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                              
Se quedó atento; lo más que pudo. Agudizando sentidos, trataba de leer un mensaje que alguna persona, ajena a él, había dejado sobre la pared. Siempre analizando cada detalle del rededor, desde que tuvo uso de razón, un poco después de su nacimiento allá en El apache, pueblo  nostálgico y agridulce donde se apilan las necesidades, convertidas en hambruna. Calamidades desde sus antepasados hasta su presente. Cruel lastre, herencia para descendientes que vinieran, hasta que alguien o algo, diera giro al curso del trajín sin sentido humano. Desde niño fue atisbo con mundanos en su camino. Asomó mente por ventanas del imposible, hurgando en los jardines de ilusiones. Buscó salidas construidas en sueños, para encontrarse mejor vida. Así inició ruta azarosa. Buscando el mínimo soporte que le diera oportunidad de darse un estirón y no ser rutina en el soso ambiental de siempre.
El anterior atardecer, turbo, se refugió en brazos del engañoso amigo don alcohol. La autoridad munícipe lo enclaustró, contra su voluntad, en esa celda fría y polvorienta.
Cuando regresó de siesta incómoda, con resaca, lo primero que su vista encontró fue un letrero, casi en garabato, que no alcanzaba a descifrar. Se levantó a medias y como pudo. Quitó una hebra que colgaba de un clavo chueco. Ésta hacía confusas algunas letras del contenido.
Escuchó que alguien hablaba, por micrófono, en decibeles muy bajos para sus oídos. A parte, voces de guardias e inquilinos forzados, no permitían centrar el fondo del mensaje que se trasmitía por el aparato de sonido.
Reacomodó su cabellera sacudiéndola y peinándola con los dedos de ambas manos. Talló sus ojos con los índices y se puso en pie. El letrero y la voz del exterior le dieron tarea doble: leer texto completo y capturar contenido del discurso. Aparte, no había otra cosa por hacer.
Sopló la pared y quedó recargado en ella buscando aprovechar la luz del día que comenzaba a irse.
Florencio Lugo, deambulaba en rancherías, pueblos y ciudades del impresionante territorio norteño, cubierto luego por nieve congelante y a veces de sol deshidratante. Territorios pletóricos de soledades. Sin trabajo fijo, con sueldo invisible, iba como peón y jornalero destrabando sentidos.
Para la sexta década, del siglo veinte las tierras, en ese páramo,  acaparaban pocas manos. La Reforma Agraria huérfana de resultados, haciendo que tarahumaras y campesinos fueran espectros. Las riquezas naturales; sólo gusto a la vida. Calladitos, permanecían, buscando un milagro o, más bien, sepulcro.
“Únanse al movimiento popular, es tiempo de responderle al abuso de la autoridad”. La voz le llegó lejana pero clarísima. Era inconfundible textura de sonidos femeninos. “Júntense con nosotros, no tienen otra alternativa si buscan tierra y empleo. Si exigen justicia”. Esta vez, las palabras, le sacudieron núcleo del cerebro y, en mandato, encendió corazón. “Cuántos años de opresión necesitan para quitarse venda de la mente. No dejen hijos humillados y miserables”. Estiró el cuerpo sin pero no alcanzó una altísima ventanilla, mal decorada por rejas de sucio acero.  La escucha tuvo complicación, porque se combinaron: rumbo del aire,  ruidos, voces internas y problemas técnicos de un altavoz defectuoso.
- ¿Tú eres Florencio?- le refirió un preventivo vestido por descolorida cachucha y camisa desfaja.
- Claro que sí.
- Pasa para que pagues multa.
Antes de hacerlo, intentó conectarse a la voz femenina. No lo consiguió. Sólo le trajo, el viento, ruidos sin comparsa. Sin embargo, en la vuelta, atrapó mensaje del muro: “Súmate a la revolución, no mueras por nada. Movimiento Heraclio Bernal”. Mezcló esa expresión con palabras dichas por la hembra, en alguna calle de aquel pueblo llamado Casas Grandes. Le sobrevino presagio: ésos son. Señal con fuerza desconocida, descomunal. Esto pondría brújula al timón de su vida.
El aire fresco de la tarde frotó al joven rostro que disfrutó contacto. Como maravillaba llegaban ideas y esperanzas frescas. Letrero y discurso inquietaron, para siempre, al potrillo de llanura larga y  sierra alta.
“Entonces equivocado no estaba” decía su interior cerebral. “No soy el único que piensa que todo anda mal porque vivimos atados…muy maneados. Cuánta torpeza nos hemos permitido”.
Fue augurio impostergable por necesidad. Debería hacer algo fuerte.
Cuando Florencio Lugo nació, el municipio de Galeana, era rico en necesidad, tanto que su abuela Lorenza hizo función de comadrona y encomendó su niño a la gracia divina para parto venturoso. Este recurso es casi único en desposeídos. Lo hizo volteando rostro vacío, hacia el cielo.
El niño se logró y creció, embarneciendo cuerpo con rudeza de jornales. Agudizó instintos  alimentándolos con decoros. Eran espejo de alma y decencia. La mocedad se construyó, volando de un empleo a otro. Poca paga; mucha dinamita. Estruendo en espera lleno de sobresaltos. El intelecto le aconsejaba rechazo al tren de vida incómoda. Muy temprano, abrió puerta vital: la perspicacia. Buscaba salirse del revolcadero, contenedor de polvos asfixiantes. Qué tiempos ésos. Mujeres y hombres, casi muertos, deambulaban de sembradíos a fondas, de fraguas a caballerizas, de cargaderos a minerales, de desocupación a vicio, de vida inútil…a la muerte. Ese carrusel, abordaje de míseros, fue odiándolo el jovencito que aún no cumplía los veinte. Ya venía cargando gigantesco desprecio, por cuenta de sus ancestros, contra sistema que enriquece grandes señores. Así comenzó búsqueda de almas gemelas. Olfateaba raciocinio dentro del valle de muertos vivientes. Por eso, letrero en la cárcel y texto oral femenino, le avisaban que no todo era sometimiento en aquel reino de amos con dictámenes para lacayos.
Cuando encontró el lugar, el mitin había terminado. Con peritajes, obtuvo señales que mostraron autoría. Esas almas que buscaba estaban cerca. La posibilidad lo puso afanoso.
Del suelo, tomó una hoja impresa con líneas manchadas por efecto de  mimeógrafo rústico. ¡Ah!, pero el contenido volvió más loco al de por sí no tan normal, Florencio.”No tienes tierra, porque unos cuantos la han robado. Únete a nosotros y construyamos justicia para los oprimidos. Movimiento Heraclio Bernal”, así estaba escrito.
- Eso es, son los mismos. Los de la cárcel y son los del mitin. Son el mismo grupo. Claro, exigencia dura equivale a prisión.
- ¿Qué dice joven?- le preguntó el anciano sentado, en una banca de la plaza, cuando escuchó y vio a Florencio hablando en voz alta.
- Verá mi amigo, estoy descubriendo la existencia de ángeles buenos, que son de carne y hueso. Voy a buscarlos ahora mismo- lo dijo, festejando la intervención del otro dialogante, con sonrisa y  sentido nuevo.
Salió con rumbo perdido, preguntando aquí y allá, mostrando entre sus manos un pedazo del ala angelical: formateado en papel revolución.
En el territorio de Florencio siempre fue así: salida a cualquier parte, al destierro mudo. ¿Por qué atarse? No existían lazos patrimoniales. Eran tiempos para nómadas. Vivencia al día, procurando sol, aire, agua y alimento, como se pudiera.
Descubrió que vivía en región desolada, copada por desilusiones. Dos fatalidades. Ya juntas, arrimaban muerte al alma, antes que fuera física. Hecho lamentable es este padecimiento humano. Pobre infeliz quien queda, sin voluntad, a merced del oscurantismo.
- ¿Usted es la profesora Magdalena? – dijo en tono suave, tratando pareciera agradable.
- A sus órdenes. ¿Con quién tengo el gusto?- devolvió la suavidad.
- Con un errabundo, carente de títulos y gracia. Olvidado, además, por divinidades y sus representantes de la tierra.
- Y, ¿qué desea de su servidora? – preguntó sorprendida.
- Ayuda para encontrar salvación desde este mundo, no después de mi muerte. Por eso vine a usted.
- Bienvenido al Movimiento Heraclio Bernal. Ésta es su casa. Pero  tendrá que seguir construyéndola con manos propias si decide entrar en ella. Junto a la suyas estarán las de sus amigos que aquí ya viven. Otras vendrán luego. Estamos a la espera.
Había encontrado la dueña de voz que buscaba desde el día cuando salió del presidio cuando su loca borrachera, ahora, bendita.
Profesora y hombre, entraron en comunión única, impresa en florida comunicación de sustantivos profundos que pondrían, a Florencio, muy pronto en la epopeya de época. Comenzó a conocer ángeles, hechura carne y hueso, en paraíso complejo, imperceptible.
Entró a un sendero de medallas, imaginarias, ganadas en quijotescas campañas: invasiones sobre predios latifundistas, concentraciones populares, caravanas de rebeldías, plantones en edificios públicos y otras actividades de no menos esfuerzo. Y el podium para quienes quedaban en la cumbre del sacrificio. Análisis galopante de escrituras críticas y estructura organizativa insurreccional, era alimento al espíritu.
Los de la cima sabían, de sobra, que serían  llamados a tareas del alto vuelo; “de ligas mayores”. Así las definían.
Una vez, en algún lugar, durante alguna acción, escuchó el habla de un muchacho de su edad. Tenía profunda mirada negra,  verbo pausado y conmovedor. La gallardía era su porte.
“Debe ser de los principales, se le nota a leguas. Lo va expirando”. No volvió a verlo. No en aquel espacio y tiempo de aprendizaje.
- ¿Quiere irse con Arturo? Él desea conocerlo – dijo otra vez, la mujer.
- Si hubiera manera, mucho me gustaría.
- ¿Se siente seguro? ¿Está listo? No hay necesidad de forzamiento. Así no resulta la querencia.
- Hace mucho su servidor está al punto. Por imposición nada hago y llevo amor de fuego para donde me está invitando.
Nuevo escalón estaba construido. Florencio recorrió, escuelas con asignaturas, contenidos y métodos basados en necesidades: verdaderas estrategias para heroísmos.
La escuela superior esperaba: la guerrilla rural de su país. Recurso obligado y recién redescubierto, como antes, en Chihuahua. Reinventado por otros jóvenes parecidos a sus ángeles. Pronto los conocería.
En breve, ascendió a geografía de la cordillera, junto con otros seis prospectos. Él, buscador de alados, atrapando destino.
Durante jornadas sacrificantes recorrieron, como pudieron, metro a metro contextura serrana. “Solamente regreso glorificado o muerto honorable”, susurraba al corazón.
Desde el mineral de Dolores, que tiene delicioso aroma en sus montañas fascinadoras e impresionantes bajó, para encontrarlos, Arturo.
Supo Florencio que apellido, de éste, era Gámiz, nacido en Súchil, un pueblito cercano a la serranía duranguense. Le maravilló, hasta el azoro, verlo ensimismado en lecturas de contenido y apasionado a la música clásica. Lugo hizo copia fiel de esas cualidades: adoptándolas.
El jefe del primer grupo armado y organizado de la posrevolución mexicana estaba enfrente. Vestido en mezclilla y calzando bota minera. Con tesura blanca, voz regular, media barba. Brincados, apenas, los veinte años. Buen mozo y sencillo de trato como le habían platicado.
- ¿Cómo los trató el camino camaradas? ¿Tuvieron penurias?
- Amolados pero ya estamos, y de aquí nadie nos moverá - contestó alguno de los recién llegados. Lo que provocó aplausos, risas y un grito de festejo.
Semanas más tarde sólo Florencio, de aquel grupo de siete, quedó en el bosque con Arturo. Argumentando: “tengo problemas de salud”, “pongo al corriente mis asuntos y regreso”, “nada más que nazca el niño y aquí estoy”, “le entro cuando esté la cosa en serio”, “tengo miedito pero nomás que se me pase y regreso”, “no me explicaron bien de que se trataba”…en breve, se retiraron los demás.
Cuánto cuesta cambiar la inercia cegadora; si tan sólo el intento. Quien pretenda hacerlo enfrentará, mil veces, feroces tempestades. El que quiera quitarla, sin saque, pierde comodidad familia y completa salud. Los señores del dinero no promueven cambios. ¿Para qué?, si tienen lo que quieren y desean. En cambio la servidumbre sí. Pero cómo cuesta que entienda y cuánto tarda en hacerlo. Sin contar el serial de dificultades que enfrenta para lograrlo. Cambiar inercia hipnotizante es tarea hecha por titanes…o tal vez por ángeles en emergencia.
Pasado el invierno subieron los primeros y, súbitamente, bajaron casi todos. Con primavera media siguieron las cribadas. En verano, sólo quedaron bragados: valientes, remplazando cobardes. Allí, el del Apache, impávido, muy claro de su violento porvenir, preguntándose en personal secreto: “¿Siempre será así el camino de los justos?”
- ¿Cómo se siente compañero? Da gusto encontrarlo con nosotros, en momentos cuando valor y talento son requeridos. Y qué difícil nos resulta encontrarlos. Estamos en estas cosas por causa del sistema atrabiliario y miope. Florencio, sé de sus cualidades y me honro en volverlo a ver en este lugar. Me llamo Miguel. Estoy a sus órdenes.
- Igualmente compañero- contestó Florencio dándole, emocionado, fuerte apretón a sus manos.
Siguieron en charla que variaba de lo mundano a lo profano. Pláticas que  se dan cuando están los que saben Son momentos especiales anudando amistad inmortal. El que poseía mirada negra y profunda, verbo pausado, inteligente y conmovedor, era su amigo. Llevaba consigo, Miguel, notable gallardía, en momentos del preparativo destellante por locos condestables recorriendo cumbres rebeldes.
Lo sucedido entrado el otoño, está escrito. Fue vertida sangre juvenil en páginas de agitada historia mexicana.
El diálogo hizo a un lado palabras y adquirió lenguaje de balas: forma comunicativa, aceptable, para hacerse escuchar ante tanta intencional sordera. Sangre cubrió pinos y noticia recorrió la patria.
- ¿Cómo define el famoso asalto al cuartel Madera?, haciendo a un lado información distorsionada de una prensa vendida - preguntaba, en plena clase, el universitario a su maestro de filosofía y letras.
El catedrático, otro duranguense, terminó por limpiarse los anteojos y acomodando melena entrecana atrás de sus orejas, costumbre de reflejo estilista, habló pausado.
- Buena es tu pregunta y, como tal, merece respuesta de igual mesura. Sobre todo para que puedan difundir verdades, que son fuente única para generaciones transformadoras.
Cuando se juntan tantas décadas con oprobio constante, llenas de laberintos espinosos sin salidas, ¿cuál es la respuesta?, si tu gobierno, es necio, tardo e intolerante. Peor tantito si careces de organización partidaria que esté al frente de tu problemática. Cuántos intelectualoides deambulan con palabrería sobre justicia social, sin compromiso en hechos. Los héroes verdaderos no emergen de palabras, se construyen con centellas. No esperan milagros del raciocinio aletargado. En base a los problemas actúan. Ya lo refiero en un libro mío. Lean “Ensayo sobre un proletariado sin cabeza”, para que profundicen tema.
Aquellos jóvenes que asaltaron el cuartel sintieron necesidad organizativa ante el descontento por verborrea  politiquera. Aunque alguien firmara decreto insurrecto, éste, no se da por eso. Se produce por ansiedad para resolver obstáculos que no permiten vivencia decente. Héroe, es quien evita le ahorque el destino engañoso.
Estos gloriosos norteños fueron primeros en nueva etapa que cuestiona y asume hechos obligados. Recuerden, pasó hace tres años y miren qué estamos viviendo, aquí, en la universidad. El gobierno, odioso es por su indiferencia y, faccioso por su respuesta represiva. Un estado que no puede ni sabe atingir con quienes debiera representar, está expuesto a  rebeliones. Este año de olimpiadas puede resultar no tan limpio. Les prometo que seguiremos en la introspección de condiciones objetivas y subjetivas provocantes para alzamientos de irreverentes. Es todo. Vayan  a la movilización de hoy. Cuídense.
Así, en ese estilo, terminaba clase José Revueltas en la Universidad Nacional Autónoma de México. Era una tarde lluviosa de julio.
Regresando con Florencio Lugo: herido, consiguió cruzar la sierra. Por un amigo, se enteró sobre comentarios del maestro Revueltas acerca de la  cautivante hazaña juvenil. Y aún estaba  enfrascado, muy afanoso, en búsquedas angelicales y guiándose con estrellas del sur, fue a montañas guerrerenses, tras eso. Otros, cuentan esa forja de acero.
Nada logró quitarle culto por transformación constante. Ni siquiera la tenebrosa prisión de Lecumberri,  cuando lo tuvo como mesonero.
Si quieren conocer a Raúl Florencio Lugo Hernández, hijo de Celestina y Ramón, humildes campesinos; el que fue jalado a este mundo por su abuela Lorenza; ése buscador de ángeles justicieros, quien ignoraba que él era uno de ellos…visiten Sonora. Lo encontrarán estacionado en Agua Prieta. En piel y entraña lleva puesta suspicacia como alarma y, fino olfato para vida nueva. El buen labriego, a más de cuarenta años de la indocilidad en la montaña, sigue cultivando su semilla puesta a cultivo en fría madrugada. El rondín de estrellas galopantes observan un Florencio Lugo, aunque con misión cumplida, yendo al encuentro de  advenimientos con perentoriedad donde los protagónicos son: querubines vengadores.
Sigue siendo, el hombre, recopilación fidedigna del ideal que llegó a Madera y se elevó a epopeya. Siempre atento y bien portado, demasiado respetuoso, cuenta leyenda de los caídos. Algunas veces, pocas, como en octubre del sesenta y ocho, estuvo tan triste porque fueron acribilladas cientos de esperanzas. Es cuando agrupa su vieja gloria y abre horizonte de sabiduría a sus amigos y lectores ahora que está convertido en periodista diplomado. Así, con tinta al papel y lágrima invisible quemante a las mejillas de los interiores, tensa dedos sobre el cálamo y cuerdas en la garganta, por dolor, cuando relata la crueldad provocada desde un sistema impune sobre los niños de otro holocausto, en guardería ABC de Hermosillo. Ve cuerpecitos humantes, apenas abriendo el nuevo siglo, en terminación mortal con llanto materno, irónico recurso, para apagar infame fuego venido de sillas ejecutivas del capital. Es que le queman su patria, avasallada con globalización del monopolio capitalista que es precedido por una economía de mercado feroz, interesada en macerar pobres hasta el límite que los pone a suturar miseria pestilente. Escribe Raúl Florencio Lugo, el periodista: “Llega tan fácil y cómoda la depredación sobre educación, cultura y sistema existencial de sociedades nobles, que se globaliza la maldad promovida por los grandes monopolios del mundo, quienes imponen gobiernos, con mil modos, para permitirse la  explotación del hombre teniendo para manejo a serviles funcionarios prevaricadores, muy distantes de las necesidades primordiales que tiene la sociedad de mayorías. Opresión modosita, engañosa tersura, impone el sistema mexicano al pueblo dormido, con torniquete al cerebro para que se retaque: teletones, libres comercios, feudos neoliberales. Me pregunto: bajo la maquilla para farsas, ¿quiénes lograrán ver el verdadero rostro de La Bestia?, ajado por los odios que le cubren. ¿Cuántos mortales descubrirán cultivos de intriga y muerte que siembra El Mal?, propios para cosecha de temores con que sabe nutrirse. Qué absoluta verdad, parafraseando al poeta y dramaturgo Bertolt Brecha quien señalaba la terrible opresión nazi: nos tocó vivir en tiempos sombríos”.  
Sabe muy bien, el potro de cordilleras, que sigue viviendo en demarcación enredosa, territorio mental enajenante, que ocupan seres que ya están muertos…desde sus almas. Por eso adquirió alas libertarias: la idiotez de muchos no le permite descanso. Así sea.


Comarca Lagunera. Terminado el día del amor y la amistad de 2007.
josegerardo_01@yahoo.com.

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